"Mujeres y redes de apoyo en contextos adversos: desafíos y aprendizajes desde la cooperación internacional." Celia Pinedo
- larabersanocomms
 - 22 mar
 - 3 Min. de lectura
 

Desde mi experiencia en el ámbito de la cooperación internacional para el desarrollo, quiero compartir algunas reflexiones sobre el papel transformador de las mujeres en contextos vulnerables y, especialmente, sobre el valor y la dificultad de construir redes de apoyo en condiciones adversas.
A menudo hablamos de las mujeres como agentes de cambio, y lo son. Pero esta afirmación parte de un supuesto importante: que viven en un entorno que les permite participar, expresarse, ser escuchadas. ¿Y qué pasa cuando ese entorno no es favorable? ¿Qué sucede cuando la pobreza, la exclusión o incluso la propia familia se convierten en barreras?
Mi experiencia en distintos proyectos en América Latina y África me ha mostrado que los desafíos son muchos, pero también que las mujeres son increíblemente resilientes cuando se les da la oportunidad de organizarse y acompañarse.
El primer gran obstáculo: la pobreza
En Guatemala, en el basurero de la zona 3, uno de los más grandes de Centroamérica, trabajé con una red de mujeres llamada Juncaval. Allí, mujeres recolectoras de basura comenzaron a organizarse para transformar materiales reciclados en accesorios, generando así ingresos para otras mujeres en situación similar. En Costa de Marfil, colaboré con UALE, una red de mujeres que viven con VIH-SIDA, madres jóvenes abandonadas por sus parejas. En ambos casos, el primer obstáculo fue el mismo: la pobreza extrema, esa que no solo limita los medios económicos, sino también la dignidad, el acceso, la voz.
Como bien recuerda Adela Cortina con su concepto de aporofobia —el rechazo al pobre—, el problema muchas veces no es ser mujer, o tener una enfermedad, o pertenecer a un grupo étnico, sino ser pobre. Y eso marca profundamente la posibilidad de crear o integrarse en redes de apoyo.
El segundo obstáculo: la falta de autonomía
En otro proyecto en Sololá, Guatemala, trabajamos con 300 mujeres indígenas en la creación de una asociación para la venta de textiles y mermeladas. Nos encontramos con que muchas de ellas no sabían leer ni escribir, y menos aún qué era un banco o cómo abrir una cuenta. El analfabetismo bancario y digital se volvió una barrera estructural para su autonomía económica. Tener ingresos no basta si no se tiene acceso a las herramientas básicas para gestionarlos.
El tercer gran desafío: la familia como limitante
En Bolivia, en un proyecto con mujeres agricultoras, buscamos no solo mejorar sus cultivos, sino también su bienestar emocional. Quisimos que se reunieran una hora a la semana para descansar, compartir, pensar en sí mismas. Pero los maridos no lo permitían. Llegaban con ellas a las actividades, desconfiaban de lo que pudieran escuchar, sin considerar que sus esposas eran perfectamente capaces de discernir. La falta de confianza del entorno más cercano puede ser tan limitante como la pobreza o el analfabetismo.
Pero cuando esas barreras se superan —y muchas veces se superan—, el impacto es profundo. Porque entonces no solo surge una red de mujeres, sino una red con sentido de comunidad, de transformación, de esperanza compartida.
Por eso insisto: ser agente de cambio en contextos adversos no es una decisión individual. Es una lucha, muchas veces silenciosa, por el reconocimiento, el respeto y la posibilidad. Y en esa lucha, las redes de apoyo entre mujeres marcan una diferencia. Son espacios de confianza, de formación, de acompañamiento, y también de descanso. Porque sí, descansar también es un derecho.
Apoyar a una mujer es apoyar a toda una comunidad. Pero para que eso sea posible, debemos mirar con atención las barreras que impiden su participación. Y sobre todo, estar dispuestas a trabajar con ellas, no para ellas. Escucharlas, aprender de ellas, caminar juntas.
En definitiva, una red de apoyo no nace sola. Nace del encuentro, de la escucha, de la constancia. Y en cada contexto, en cada país, en cada historia, puede convertirse en la semilla de una transformación verdadera.




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